No es un invento de mi mente. Es una realidad, como bien lo gritara a cuatro vientos el negro Dolina en su libro Crónicas del Angel Gris (creo que en su crónica titulada "Carreras Secretas").
Me acordé el otro día porque un pibe de unos quince años me hizo la vida imposible. Tendré de ahora en más que elegir bien a mis contrincantes a la hora de las carreras secretas.
Para quien no lo sepa, quizás sin entenderlo lo ha vivido. Basta solo caminar por una calle cualquiera y que algún otro peatón nos tome la delantera del pelotón que acaba de cruzar la senda peatonal, avalados por el hombrecito verde.
Allí se sufre como un anhelo de primacía y somos arrastrados a la carrera silenciosa. Nuestra meta, la dictamos nosotros mismos, pero la vamos modificando, decimos: "antes de la verdulería lo alcanzo" cuando la verdulería es una realidad que nos hace sentir derrotados, vamos por el puestito de diarios.
Así me paso las mañana en cuatro cuadras que separan mi parada de colectivo del trabajo. Casi siempre resulto vencedor de todo desafío que me propongo.
Hace unas semanas, charlando con un amigo entre mates, intentó lapidar mi ostentoso record. "Pasa que vos competís con personas que desconocen la existencia de la competencia, no están incentivadas" "Si caminásemos en la misma vereda a escazos metros, yo sería algo inalcanzable.
En parte, pensé, tiene razón. Competía con personas que estaban en ese lugar con otro propósito. Pero cómo explicar cuando derrotaba a alguien que me sobrepasaba. Ahí no había excusas, ese peatón, me había sobrepasado, pues decretaba que yo era su estorbo. Luego, en no menos de 50 metros, yo estaba nuevamente en la delantera, y nadie había vuelto a hacer nada para cambiar las cosas. Ni siquiera un intento por recuperar dignidad.
El comentario de mi amigo, me mantuvo algo sobresaltado durante algunas mañanas, hasta que llegué a una simple resolución: hacer más evidente el desafío. Sabía igualmente los límites, eran Carreras secretas, no podían develarse. Entendí que debía existir una sensibilidad en el rival, para que captase realmente lo que significaba caminar por una calle. Lo que siginificaba tirarse a pasar a alguien que caminaba delante nuestro.
Porque las carreras secretas, se disparan cuando alguien sobrepasa a otro. De lo contrario, yo puedo caminar tras de algunas personas y no siento deseos de alcanzarlos. Pero si alguien me pasa, me moja la oreja. Y ahí me lanzo en la caza de la presa que me ha desafiado.
Ultimamente lo que hago es simple: me pasa una persona y me disparo como cometa en su búsqueda. Acompaño el comienzo de mi carrera con un chistido, suerte de disparo de salva.
Como dije al principio del comentario, el otro día sufrí a un joven de 15 años. Simplemente me pasó y ya no pude alcanzarlo, terminé pasando diez cuadras de largo de donde yo trabajo. Cada momento se alejaba más y más, estuvimos unos instantes a escazos dos metros, ahí me miró con el rabillo del ojo y adelantó su marcha, su juvenil y atlética marcha. No hubo caso, no pude.
Para excusarme podría decirles que quizás el joven haya sentido alguna amenaza de mi parte. No sé quizás pensaba que yo era un ladrón. A mi no me importó y por más que estaba cansado, tenía que alcanzarlo. Igualemente terminé desistiendo. Porque a la 8va cuadra, el joven que miraba y miraba para atrás; y apuraba su paso cada vez más. Terminó buscando la ayuda de un policía.
Volví a mi trabajo, cansado. Suerte que tengo que estar seis horas sentado.
"Que te pasó lucho?" "Nada, me falta estado físico, sólo eso."
1 comentario:
jejeje.. es buenisimo. lo asustate al chico. y vos con tus veintitantos años, persiguiendo y jugando carreras secretas con desconocidos. uno NUNCA pierde el niño que lleva consigo. eso es lo mejor de la vida* saludos luchocrates.
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