Un contacto que no recuerdo haber agregado elabora esta profunda charla con quien les habla...
(WTF??=What the fuck??)
leo dice:
www.fotolog.com/blabla pasas ?? devuelvoo
luchocrates dice:
WTF???
leo dice:
www.fotolog.com/blabla pasas ?? devuelvoo
luchocrates dice:
WTF???
leo dice:
qq ??
luchocrates dice:
que querés?
leo dice:
www.fotolog.com/blabla pasas ?? devuelvoo
luchocrates dice:
que significa?
leo dice:
nad nada
Estos floggers de moda...
martes, 26 de agosto de 2008
jueves, 21 de agosto de 2008
La verdad del pollo
Una verdad escueta sobre el pollo:
Sabían que cuando se come pollo en casa ajena alrededor de un 50% del mismo es desperdiciado. Nunca, pero nunca, en casa de nuestras novias osamos a entreverarnos a punta de cuchillo y tenedor, ante una pata que aferraba fraternalmente alguna hilacha de carne blanca. Preferimos darnos las de "delicado", y nos vamos pensando en esa rotulita de pollo que se nos ha escurrido como ave entre los dedos.
Lo mejor, por eso es elegir pechuga cuando como en otro lado. Porque lo más rico de la alita es destrozarla con los dientes mientras la sostenemos con pulgar e índice, al igual que la pata o el mismísimo muslo. La pechuga es fácil.
Sabían que cuando se come pollo en casa ajena alrededor de un 50% del mismo es desperdiciado. Nunca, pero nunca, en casa de nuestras novias osamos a entreverarnos a punta de cuchillo y tenedor, ante una pata que aferraba fraternalmente alguna hilacha de carne blanca. Preferimos darnos las de "delicado", y nos vamos pensando en esa rotulita de pollo que se nos ha escurrido como ave entre los dedos.
Lo mejor, por eso es elegir pechuga cuando como en otro lado. Porque lo más rico de la alita es destrozarla con los dientes mientras la sostenemos con pulgar e índice, al igual que la pata o el mismísimo muslo. La pechuga es fácil.
martes, 5 de agosto de 2008
Insultemos al chofer
Bueno, después de mucho tiempo vuelvo con los bolsillos llenos de más dudas. Pensé que este tiempo que me había tomado, casi una analogía del árbitro que para un par de fechas cuando no hace las cosas del todo bien, me haría bien. Que mi cabeza volvería a recolectar esas cosas sensibles y curiosas que dejamos pasar con el mismo tren de la vida que ya no tendremos, eso que llamamos pasado. Nuestro añorado pasado.
Nada importante ha pasado desde aquel parate. Casi más sumiso a mi pereza que a mi avidez literaria he vagado entre la confusión total. Sin encontrar un color al gris. Sin encontrarle un sonido al silencio.
Así que taciturno me aboco a lo que desde que tengo unos doce años, hago más o menos regular.
Hoy voy a contarles una historia de vida, que nos trae aparejada una enseñanza. Ocurrió en el colectivo. Sillón terapéutico de todas las tristezas comunales.
Día de lluvia, subo a mitad de recorrido, pago para viajar parado, pago para viajar como una molécula más en una piscina de carne. Llueve y no para, el agua golpea de costado y en las ventanillas se forman efímeros y sufridos ríos de agua, várices de vidrio. En cada frenada verme venir a la petisita de 1.50, que aún a conciencia de sus incapacidades de colgarse de cualquier caño pendiente en el techo del colectivo, decide la suerte del medio del pasillo, la de la desolación de pasamanos. Y en cada interacción de la pastilla de freno con el disco, es verla venir, y atajarla con mi rodilla, evitar que se transforme en moneda de la máquina expendedora. Ser testigo de como tenazmente decide no aprender la lección, o no entender su lugar en el mundo. Rabia y deseos de hacerla entrar en razón: "no entedés, que tu lugar es en la manija de los asientos?, no la tierra de los gigantes?"
Suena el timbre del colectivo, pasan cincuenta metros y una voz chilla desde la mitad del móvil. "Ehhhhh! Tenés que parar en 16 es obligación los días de lluvia, viejo sucio"
Todos miramos al conductor, más con observación detectivesca que con curiosidad de continuación de diálogo.
No parecía ni viejo, ni sucio. Lo que me dio la pauta que la mujer era o bien enana o bien ciega. Si era enana, cualquier persona, incluso yo, le hubiera parecido el chofer del micro desde su posición, siendo así, soy viejo? soy sucio? preguntas sin respuestas... Si no era enana, pero si era ciega quizás había identificado al hombre conductor, pero gracias a cierta nubosidad, no hubiera podido determinar objetivamente, qué era fisonómico, qué era fálla visual: concluyendo, tanta imperfección, seguramente vejez y suciedad.
El chofer, terminó frenando en 19, creo yo más por venganza que por desatención. No conforme, la ya revolucionaria señora, se acercó desde el exterior a la puerta de acceso al colectivo y continuó increpando al viejo sucio.
A mi sano juicio, la señora cometía falacias al discutir. Pero claro, es deporte nacional insultar al chofer. Como así lo es, insultar al peatón, como así lo es insultar al que maneja el camión de basuras, como así también lo es insultar al que arbitra un partido, como así también lo es insultar al que no está de acuerdo con nuestras miradas.
Si la señora quería bajar en 16 y todos los que viajamos sabemos que el micro para en 15 o en 17. Qué indicios se le entregaron al chofer como parte de pago, para dar a entender que la señora quería hacer uso del beneficio de los días de lluvia?. Pues de hecho, si los días de lluvia el chofer se apegara al reglamento, cada sonada de timbre implicaría una subyacente parada del colectivo, fuere o no parada legal. Todos nosotros estaríamos obligados a indicar unos 20metros antes de la parada legal, nuestra intención de bajar. Y el chofer, verse en el dilema de la elección de la parada deseada o de la parada reglamentaria, la disyuntiva entre el deseo y el deber (quién esté capacitado para tomar esta decisión con fríaldad, que arroje la primera piedra).
Señora, el chofer, viejo y sucio así como lo ve, no sabe donde quiere bajar usted. Mas si usted, está en necesidad de usar esos privilegios de los días lluviosos, no use algo tan inexpresivo como un timbre para dar a entender sus necesidades. Use el lenguaje, que por lo visto para el insulte lo tiene intacto. Acérquese al chofer y dígale con tono amigable: "podría usted pararme en 16". Le asegura este servidor, que es el mejor método de pedir las cosas, sisi, anote: amablemente.
¿Qué culpa tiene él de que usted sea una reventada?
¿Le tratan mal en su casa?
¿Su sueldo no le alcanza para nada?
¿La matan esos dolores en la espalda y los huesos?
No recuerde solamente sus derechos, lea sus obligaciones. No ande a la caza de brujas en tiempos donde sabemos que las brujas o no existen o juegan en estudiantes.
Siempre pero siempre, la violencia es la salida más fácil para los idiotas.
Hasta, luego, me bajo en esta.
Nada importante ha pasado desde aquel parate. Casi más sumiso a mi pereza que a mi avidez literaria he vagado entre la confusión total. Sin encontrar un color al gris. Sin encontrarle un sonido al silencio.
Así que taciturno me aboco a lo que desde que tengo unos doce años, hago más o menos regular.
Hoy voy a contarles una historia de vida, que nos trae aparejada una enseñanza. Ocurrió en el colectivo. Sillón terapéutico de todas las tristezas comunales.
Día de lluvia, subo a mitad de recorrido, pago para viajar parado, pago para viajar como una molécula más en una piscina de carne. Llueve y no para, el agua golpea de costado y en las ventanillas se forman efímeros y sufridos ríos de agua, várices de vidrio. En cada frenada verme venir a la petisita de 1.50, que aún a conciencia de sus incapacidades de colgarse de cualquier caño pendiente en el techo del colectivo, decide la suerte del medio del pasillo, la de la desolación de pasamanos. Y en cada interacción de la pastilla de freno con el disco, es verla venir, y atajarla con mi rodilla, evitar que se transforme en moneda de la máquina expendedora. Ser testigo de como tenazmente decide no aprender la lección, o no entender su lugar en el mundo. Rabia y deseos de hacerla entrar en razón: "no entedés, que tu lugar es en la manija de los asientos?, no la tierra de los gigantes?"
Suena el timbre del colectivo, pasan cincuenta metros y una voz chilla desde la mitad del móvil. "Ehhhhh! Tenés que parar en 16 es obligación los días de lluvia, viejo sucio"
Todos miramos al conductor, más con observación detectivesca que con curiosidad de continuación de diálogo.
No parecía ni viejo, ni sucio. Lo que me dio la pauta que la mujer era o bien enana o bien ciega. Si era enana, cualquier persona, incluso yo, le hubiera parecido el chofer del micro desde su posición, siendo así, soy viejo? soy sucio? preguntas sin respuestas... Si no era enana, pero si era ciega quizás había identificado al hombre conductor, pero gracias a cierta nubosidad, no hubiera podido determinar objetivamente, qué era fisonómico, qué era fálla visual: concluyendo, tanta imperfección, seguramente vejez y suciedad.
El chofer, terminó frenando en 19, creo yo más por venganza que por desatención. No conforme, la ya revolucionaria señora, se acercó desde el exterior a la puerta de acceso al colectivo y continuó increpando al viejo sucio.
A mi sano juicio, la señora cometía falacias al discutir. Pero claro, es deporte nacional insultar al chofer. Como así lo es, insultar al peatón, como así lo es insultar al que maneja el camión de basuras, como así también lo es insultar al que arbitra un partido, como así también lo es insultar al que no está de acuerdo con nuestras miradas.
Si la señora quería bajar en 16 y todos los que viajamos sabemos que el micro para en 15 o en 17. Qué indicios se le entregaron al chofer como parte de pago, para dar a entender que la señora quería hacer uso del beneficio de los días de lluvia?. Pues de hecho, si los días de lluvia el chofer se apegara al reglamento, cada sonada de timbre implicaría una subyacente parada del colectivo, fuere o no parada legal. Todos nosotros estaríamos obligados a indicar unos 20metros antes de la parada legal, nuestra intención de bajar. Y el chofer, verse en el dilema de la elección de la parada deseada o de la parada reglamentaria, la disyuntiva entre el deseo y el deber (quién esté capacitado para tomar esta decisión con fríaldad, que arroje la primera piedra).
Señora, el chofer, viejo y sucio así como lo ve, no sabe donde quiere bajar usted. Mas si usted, está en necesidad de usar esos privilegios de los días lluviosos, no use algo tan inexpresivo como un timbre para dar a entender sus necesidades. Use el lenguaje, que por lo visto para el insulte lo tiene intacto. Acérquese al chofer y dígale con tono amigable: "podría usted pararme en 16". Le asegura este servidor, que es el mejor método de pedir las cosas, sisi, anote: amablemente.
¿Qué culpa tiene él de que usted sea una reventada?
¿Le tratan mal en su casa?
¿Su sueldo no le alcanza para nada?
¿La matan esos dolores en la espalda y los huesos?
No recuerde solamente sus derechos, lea sus obligaciones. No ande a la caza de brujas en tiempos donde sabemos que las brujas o no existen o juegan en estudiantes.
Siempre pero siempre, la violencia es la salida más fácil para los idiotas.
Hasta, luego, me bajo en esta.
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